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Martin Herrera, el amigo de Martí.

Martin Herrera, el amigo de Martí.

Por Francisco Valdes Alonso

Hasta San Juan y Martínez no llego físicamente José Martí. Sin embargo uno de sus buenos amigos en la preparación de la guerra necesaria desde Cayo Hueso, vivió sus últimos días en este municipio.

Martín Herrera Montero nació en San Diego de Núñez. Veintitrés años tenía, cuando junto a otros vecinos y familiares se vio envuelto en los acontecimientos políticos de la Guerra contra España, y es obligado a salir de Cuba.

Emigró, como tantos otros a Cayo Hueso y de manera inmediata tomó participación en todas las reuniones y actos patrióticos que allí se desarrollaron, en los cuales era un entusiasta colaborador y se incorporó a toda acción encaminada en favor de la isla querida.

Aguilera, el fundador del liceo San Carlos en Cayo Hueso, le dijo a Martín Herrera: “Te lego lo que tengo, Martín; te lego el Liceo San Carlos”. La juventud y el entusiasmo, además de la firme convicción y el espíritu de fraternidad, lo convirtieron en el alma del patriótico Club.

Se destacó en la recaudación de fondos para la causa independentista. En 1884 aparece, en unión de otros cuatro comerciantes entregando 5 mil pesos oro para el plan Gómez Maceo, el cual organizaba la revolución para venir a liberar a Cuba.

En su Hotel, todo cubano recién llegado, tenía crédito o albergue. Jamás pensó en su provecho, ni disfrutó beneficio alguno, su siempre menguada bolsa estuvo constantemente a disposición de la Patria.

En carta que aparece fechada el 9 de marzo de 1893, Martí le dice a Martín que no olvida su servicio prestado a la Patria. Le recuerda cuando le oyó hablar por primera vez en el Club San Carlos. Le devuelve -dice- fondos que opina debe mantener el Club en su poder.

Fue Herrera Montero, fundador del Partido Revolucionario Cubano y por su cercanía al maestro y por su grandeza de alma, fue querido y admirado por él.

Martí se refiere a él en varias oportunidades en sus artículos del periódico “Patria”, por ejemplo, en la edición del 1 de abril de 1893: “Largo rato estuvo en la tribuna Martín Herrera… y el aplauso fue continuo… incluso antes de poder hablar”.

Terminada la Guerra de Independencia, truncada por la intervención y posterior ocupación norteamericana, Martín Herrera regresó a Cuba sin más fortuna que su corazón y su entusiasmo de siempre,

Martín desempeñaría una plaza de maestro primario primero, luego trabajaría en la Oficina de Correos, cargo durante el cual sería electo como Concejal del ayuntamiento pinareño.

Posteriormente, se muda a San Juan y Martínez, a una propiedad familiar que ensanchó con otra finca vecina que compró y donde pasó sus últimos años sólo en compañía de su amante esposa América León.

La viuda desde el año de 1922  vistió de luto honorable por su memoria e hizo de su casa un santuario de recuerdos y de patriotismo a donde iban los niños de la escuelita vecina, en cada fecha patria significativa, para llevar flores “al sillón traído de Cayo Hueso en que se sentó Martí” y a escuchar sobre la amistad entrañable que existió entre su difunto esposo y el Apóstol de Cuba.

 

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