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El juego que no pudo ganar Reinaldo Costa

El juego que no pudo ganar Reinaldo Costa

Por Edmundo Alemany

Reinaldo Costa Acosta acaba de perder su juego 68: este 31 de agosto ni su control, ni la velocidad, ni los lanzamientos laterales pegados pudieron sacar out a un “bateador” empecinado en ganarle la partida: la COVID-19 pudo más que su corajudo batallar por la vida durante varios días.

Se fue un grande del montículo apenas cuatro días después de su compañero de tantas batallas Giraldo González Arango, también vencido por la pandemia.

Proveniente de una familia plena en deportistas destacados, nació en el central Manuel Sanguily de La Palma el nueve de febrero de 1959 y con 12 años es captado como lanzador al observar los entrenadores sus condiciones para esa posición.

Reinaldo fue el mejor monticulista de Cuba en la segunda mitad de los años ‘80, principalmente por su actuación en la Serie Selectiva de 1984 en la que obtuvo la triple corona de picheo: 12 victorias y una sola derrota, 60 ponches y promedio de carreras limpias de 1,67. Así pasó a formar parte del selecto septeto que ha logrado algo así en la historia de nuestro béisbol.

Ese año contribuyó sobremanera al triunfo de Cuba en el Campeonato Mundial realizado en La Habana, al conseguir tres victorias sin derrotas (Venezuela, Japón y Puerto Rico), propinar 27 ponches en 27.1 entradas y lograr una efectividad de 1.65.

En 1985, una tendinitis en su brazo de lanzar lo sacó por casi un año del montículo y regresó en 1986, serie en la que contribuyó sobremanera al segundo lugar conseguido por Vegueros, pero todavía sin una recuperación total, el sobreesfuerzo realizado lo llevó a no ser el mismo a partir de 1987 en cuanto a efectividad. Aun así ya en 1992, en su campaña de despedida, consiguió cinco victorias sin derrotas en siete presentaciones y una efectividad de 1.03.

Desde su debut en 1978 con el equipo Forestales y durante sus 12 años en series nacionales lanzó en 260 juegos de los que ganó 110, perdió 68, salvó ocho, tuvo  efectividad de 3.13 y dio 815 ponches.

Destacó con sus envíos laterales y un amplio repertorio de lanzamientos en una etapa en que el bate de aluminio dominaba en los eventos nacionales e internacionales y en la que conseguir incluirse en el staff del equipo Cuba o de Pinar del Río era una muestra de la calidad que se poseía, por la gran cantidad de jugadores de enorme valía existentes entonces.

Tras su prematuro retiro, laboró como entrenador en la Academia Provincial de Béisbol y en las escuelas deportivas de la provincia, además de fungir como entrenador de picheo en Cienfuegos

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