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Jorge Fuentes: No es lo mismo el Cuba Rojo contra el Cuba Azul

Jorge Fuentes: No es lo mismo el Cuba Rojo contra el Cuba Azul

Por Carlos Díaz

Frente a mi casa hay una callecita sin mucho tráfico. Allí, casi todas las tardes, los niños juegan fútbol, incluso, los ya adolescentes juegan fútbol. Beisbol hace rato que no. Ni 4 esquinas. ¿Perderemos eso? Ojalá que no.

El espectáculo del año pasado aquí, en Pinar, deberíamos tratar de que siga ocurriendo, y no solo aquí, claro, sino en todos lados. Hay un regionalismo positivo en cada una de las provincias. Se nota en sus estadios: se llena Guantánamo y se llena Ciego, y se llenan Santiago y Holguín; Matanzas, que tan alejado andaba de los primeros planos, ha logrado un gran trabajo; está muy bien Industriales, Pinar, Sancti Spíritus, muy meritorio Cienfuegos, Ciego de Ávila…, en fin, yo creo que eso señala, sobre todo, el amor de la gente por su tierra.

Hace dos series, yo fui comisario de aquel play off entre Villa Clara e Industriales, y recuerdo que, antes del último partido en el Latino, las calles Sarabia y 20 de mayo habían quedado bloqueadas, desde las 10 y media de la mañana, supe. No cabía un alpiste allí, no cabía un grano de maíz, ni en ellas, ni luego en el estadio. ¿Perderemos eso, la pelota? Ojalá que no se pierda nunca.

Nosotros, por supuesto, hemos tropezado. No hemos podido a veces, en las categorías inferiores, desarrollar la cantidad de partidos adecuada. A menudo el jugador llega a la Serie Nacional con menos de 100, porque son muy cortos nuestros campeonatos previos. Deberían alargarse.

Contra eso conspira la economía. No olvidemos que el precio de cualquier pelota, de una mizuno 200 por ejemplo, ronda, si usted la compra al por mayor, los 5 ó 6 dólares; y así un bate, cuya madera tiene que ser especial, y en suma, todos los implementos; o sea, este es un deporte fantásticamente caro, para el cual se requieren millones de pesos cada año.

Nuestras categorías juveniles y de menores solo juegan 36 partidos por campeonato, cuando es a los 16, 17 años, que el atleta, lleno de energía, está en más condiciones de aprender.

Tú te imaginas que un niño pueda jugar 88 partidos, uno por cada sábado y domingo del año. Exceptuando sus dos meses de vacaciones y sin afectar, por supuesto, sus clases. Con 11 años tendría 88 juegos, y 176 con 12. A los 17, 18 años de edad, ya celebró alrededor de 1000 juegos. Y con 1000 juegos por encima, si tiene un mínimo de calidad, va a jugar bien el beisbol. Yo creo que, con la ayuda de los padres, eso puede ser. Aquí hay que comprometer a mucha gente. ¡Es que el deporte es una cosa tan sana y ennoblece tanto, que realmente es poco lo que se haga por él!

Fíjate qué cosa, ¿no?, en otras Ligas hay una triple A, una doble A, una clase A, una A mejorada, etc., por las cuales atraviesan peloteros, entrenadores, todo el mundo, porque todo el mundo tiene que pasar etapas, ¿no?

Con la excepción de los supertalentos -pero esos no son los 32 de un equipo-, los demás tenemos que transitar esas etapas de trabajo para ir superando los errores. Las categorías de abajo son la escuela. Y aunque también nuestra estructura es piramidal porque, ¿de dónde, si no, han salido los logros?, hay que depurarla, perfeccionarla un poquito más.

Lazo jugó la Liga de Desarrollo. Casanova jugó, conmigo, la Liga de Desarrollo del año 70 y pico. Yo no sé cuántos peloteros, que llegaron después a la estelaridad, que fueron importantísimos en el equipo nacional, jugaron antes Ligas de Desarrollo. Y estamos hablando de talentos, solo que en algún momento les faltó algo y tenían que estar ahí, porque, digamos, Pinar tenía un equipo hecho y entrar en él era bien complicado para cualquiera.

Pensemos, por ejemplo: surge una primera base en Cienfuegos. Cómo sabremos si es talentosa con Pito Abreu delante. Cuándo jugará. Bueno, quizá en 2020. Con una Liga de Desarrollo televisada, sin embargo, se le vería en juego, y entonces podría pasar que no cupiese en el equipo de Cienfuegos, aun cuando tuviera calidad, y por tanto podría ir a jugar a otra provincia. O sea, se puede hacer de todo, porque el INDER es el encargado de tomar decisiones. No hay otra instancia que nos impida aquí, en este país, hacer las cosas que hay que hacer.

En Cuba hay jugadores valiosos: el mismo Abreu, Yulieski, Olivera, Arruebarruena, Yorbis Borroto, Rudy Reyes, David Castillo, Peraza entre los receptores, Yosvani Alarcón, Frank Camilo. Hay lanzadores con alguna experiencia, digamos Freddy Asiel, Vladimir García, Miguel Lahera. Hay un grupo de talentosos a quienes, el poder participar en 90 y tantos juegos, les da, sin dudas, nivel en términos de experiencia. Pero esa calidad hay que agruparla, entrenarla bien en el momento adecuado, de forma que los muchachos con talento que menté y algunos que por supuesto no mencioné, puedan rendir más.

Y luego, sea para un Clásico, sea para un Mundial, sea para un Panamericano o para el evento que corresponda al año, sea para lo que sea, usted hace un equipo y ese equipo necesita tope. Hoy, de un año a otro, dejan de verse entre sí muchos jugadores, de jugar juntos, y entonces el tope se echa de menos, porque es un mecanismo de adaptación, un mecanismo de grupo. Una técnica grupal con sus ventajas para el desarrollo mental de los atletas.

Solemos culpar a los couches de bateo y a los directores, pero nos ha faltado mucho el tope, básicamente el de calidad. No es lo mismo el Cuba Rojo contra el Cuba Azul, aunque a veces no queda remedio. Por eso hemos tenido que arrastrar las consecuencias de los últimos campeonatos, de los que no volvimos con la medalla de oro. Acostumbrados, generación tras generación, a regresar con el oro, ya la plata o el bronce no parecen agradarnos, parecen otra cosa a la gente, y más, a la gente que ama el beisbol.

Claro, a menudo uno quiere topar pero no encuentra, porque uno termina un campeonato y pone su vista en la fecha de la competencia; pero los equipos de la Liga Mejicana, o los de Puerto Rico, los de Dominicana, Estados Unidos o Japón, tienen su campeonato también -más largos por lo general que los de aquí- y tienen sus fechas propias, y uno no encuentra el momento oportuno del tope de nivel.

En muchas ocasiones ahí ha radicado el que no hayamos podido llegar bien bien, en la mejor forma, al examen final, porque indiscutiblemente el tope es como el examen final, como la conclusión de todo el trabajo de un año, de todas las clases que van recibiendo los atletas en cada uno de los partidos que juega, en cada una de las prácticas, donde uno va acoplando, definiendo el orden al bate, los abridores, el relevo, los zurdos, los derechos, etc. Aun cuando hasta aquí la preparación haya marchado al cien, la práctica es, quizá, el 80, y el juego…es el juego, y entonces todo indica que hay que cambiar la camiseta e ir a algún lugar, o buscar que equipos nos visiten y jugar.

Mira, te digo un cosa con franqueza, el éxito que tuve yo cuando me correspondió dirigir el equipo nacional durante algún tiempo, entre otras cosas se debió a que tuvimos la oportunidad de ir todos los años a Japón, de asistir todos los años a Estados Unidos, con un equipo muy estable: Ulacia, Linares, Kindelán, Pacheco. No es que fuésemos tan buenos nosotros ni mucho menos, es que ese equipo que jugaba la nacional, jugaba la selectiva y, además, iba todos los años a topar a Japón y a Millington, Estados Unidos, y luego recibía, en casa, a jugadores norteamericanos.

Jugábamos más de 25 partidos con equipos de un altísimo nivel. Y eso se notó en que ganásemos a menudo por una carrera en el noveno inning: el jonrón de Lourdes allá, los Panamericanos aquí en el 91, la victoria en Nicaragua sobre Corea en 1994, y la de aquí gracias a un relevo de Valle en el 95, en fin,  la Copa del 87 que decidió con cuadrangular Alejo O´Reilly. Y todo bajo aquellas condiciones.

En Cuba, con 11 millones y tanto de pobladores -según los especialistas no debemos crecer mucho más-, y donde se practican más de 20 deportes, es muy difícil que se puedan mantener 17 equipos con un pitcheo de nivel. Ahí está el desbalance, en el área de los lanzadores. La ofensiva se ha desbordado, por lo que se han hecho ajustes: subir el box, cambiar la pelota. El promedio de carreras limpias (PCL), en abridores, estuvo por encima de 5; por sobre 6, casi 7, en relevistas. Por eso creemos que la ofensiva es muy fuerte, nos da esa impresión de que estamos en la excelencia de la ofensiva, y no es tan así, no.

Hay países como Japón, con más de 130 millones de habitantes, y 12 equipos nada más. Corea del Sur, con más de 80 millones, tiene 8; y las Ligas de Estados Unidos, surtidas de jugadores de todo el planeta, tienen 30 equipos frente a una población de 300 millones. O sea, ellos han concentrado la calidad, y aun así, en esas Ligas, hay equipos que no completan un staff de lanzadores con excelente nivel. Nosotros aquí, en un país que no es rico, ¿no?, tenemos la mitad de los equipos que en Estados Unidos, más 2.

Pero es complejo romper esa estructura en Cuba, con ella cada provincia tiene una representación. Yo te diría que la estructura es parte de nuestra costumbre, de nuestra cotidianidad. Pero aquí ha habido 17 millones de estructuras y…

Ahora, qué podríamos hacer, dos Ligas, no sé, quizá dos Ligas, con la misma cantidad de equipos, pero dos Ligas tal vez. La primera, con los que ganen este año más de 50 juegos -esto es un ejemplo hipotético que te pongo- y la segunda por debajo, y bueno, el que sube y el que baja, ¿no?

Si en Cuba hubiera 6 equipos en la primera división, ya no habría 170 lanzadores -10 por cada equipo hoy-, sino 60. Y la media de velocidad de sus lanzamientos, ya no fuera de 83, 84 millas; tal vez rozaría las 90.

Y empezaría a mejorar todo el mundo, porque los rollings saldrían más duros; usted se acostumbraría o no a fildear líneas más sólidas. Si aumentase el promedio de velocidad de los pitchers, la precisión en el golpeo de la pelota bajaría, y si te enfrentaras a uno de 95 millas con frecuencia, el ponche se pondría sato, y escasearía el fildeo de una línea a 100. Y eso, sin dudas, te da el nivel.

Un beisbol que no tenga un pitcheo de calidad se desluce mucho con el carreraje. Y el público, que paga su entrada para entretenerse, en un juego de 12 ó 15 carreras, se aburre y no se entera de quién gana o quién pierde.

Otra cosa a la que tenemos que tirarle con fuerza es al estado de los terrenos. Nuestra defensiva anda por 970. Y los hemos descuidado, incluso los estadios de cabecera. No digo ya en los municipios, porque en ellos se celebran 4 ó 5 partidos de 90 y, quizá, a estos no se les pueda pedir más; pero a los de cabecera sí. Algunos están durísimos, y si tenemos un pitcheo que no es realmente el mejor sobre unos terrenos de mala calidad, entonces empeoran los partidos, se dilatan; y la gente pudiera asistir menos, porque al otro día tendría que trabajar.

La regla Schiller fue una cosa de la televisión, que es muy cara -y rentable a la vez- y había que buscar una manera de acoplar el deporte a sus demandas. El voleibol, mira, se modificó y sin embargo no cambiaron las emociones. Las personas no pueden, en el mundo de hoy, estar más de 3 horas frente a ningún espectáculo, porque realmente la gente no tiene tiempo. Y a veces, aunque nos sobra tiempo a nosotros aquí, en otros lugares el tiempo le falta a la gente. Tiempo es oro. Por eso tuvo la IBAF que hacer transformaciones y nosotros que aplicarlas.

Ojalá nunca cambie la esencia del beisbol; pero el juego se puede adelantar. Nosotros mismos, los directores -para empezar por la parte que me corresponde- vamos superlentos al box y damos una conferencia allí que parece un discurso, y a veces nos dormimos y no calentamos al pitcher, y estamos dándole tiempo cuando le decimos al tercera que se zafe los cordones del spike, y permitimos que los peloteros no corran cuando entran y salen de la grama, y hacemos millones de cosas, porque a veces no estamos concentrados en el partido. Árbitros, jugadores, comisarios técnicos, todos tenemos que cooperar.

Quisiera que el beisbol llegara al 2016, pero bueno ya no va a estar en el 12, en el 16 es difícil; creo que tampoco estará. Y en el 20 vamos a ver, ojalá se pudiera, porque una olimpiada es una cosa bella, ¿no? Yo tuve el privilegio de estar en 3, dos como director y una como asesor, y te digo que es una cosa bella, divina incluso. Pero hay que hacer muchos ajustes, de tiempo, sí, pero también de mercado. El beisbol está compitiendo con algunos deportes.

En mi barrio es muy difícil que un niño no conozca todo lo que ha hecho Messi, Cristiano, Benzema, Pujols. De todos conocen vida y milagro. Y a mí me da terror eso, que sepan más de fútbol que de beisbol, que les interese más el partido de fútbol que el de beisbol.

Para mí, no obstante, fueron un espectáculo bellísimo esas transmisiones del Mundial: los cines llenos y, dentro, los que le iban a España, los brasileños, los alemanes, los argentinos con Maradona, ah, ese último Mundial fue fantástico, yo lo disfruté muchísimo. El fútbol es el fútbol en el mundo. Es un deporte con mucho arraigo en todo el planeta, en todos los continentes. Pero no se trata tal vez de competir con él, porque con el fútbol nosotros no podemos, no llegamos hasta allá.

Pasa que también se televisa y se consume mucho, y de calidad. Yo creo que aquí nosotros tenemos que poner beisbol de calidad en algún momento. No sé si será la Liga de Japón, la Liga de Corea, la de Venezuela; pero poner pelota de calidad, porque eso también conforma gustos, y ojalá, en el 2030, el deporte nacional aquí no sea el fútbol, digo yo, no sé. Bueno, y si llega a ser el fútbol pues bienvenido, que sea el fútbol, no sé. Los pueblos van cambiando, la vida, la cotidianidad, y todo cambia ¿no?, todo cambia

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