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Rosa, la ensartadora

Rosa, la ensartadora

Escrito por Alina Cabrera Domínguez

Rosa Monterrey tiene 84 años y solo conoce una profesión: ensartar hojas de tabaco, actividad a la cual se dedica desde niña.

Esta mujer pequeña, de tez negra, manos arrugadas por el tiempo y el trabajo, se mueve por toda la casa de tabaco del campesino sanjuanero Héctor Luis Crespo, productor que ostenta la condición de Hombre Habano, y con una destreza inimaginable, ubica cada hoja en el cuje de madera para su secado.

Madre de cinco hijos, todos casados, Rosa se inició en las labores del cultivo desde niña, época en la que acompañaba a su madre a trabajar en una profesión que devino sustento para el hogar.

Quizás por eso, esta guajira muestra tanta destreza en su oficio. Ella es capaz de ensartar de 80 a 90 cujes en cada faena , sin ayuda de nadie, ni tan siquiera para trasladarlos de un lugar a otro.

Con una salud envidiable, Rosa tiene una rutina diaria. Se levanta con el canto de los gallos, prepara el café, el almuerzo de su esposo, agarra su jaba y sale para la finca del productor a ensartar tabaco.

Detrás deja su modesto hogar y las peleas de su compañero, un hombre que se sorprende por la vitalidad de esta mujer bajita, de mirada pícara, hablar jocoso y ojos vivarachos.

Pasadas las cuatro de la tarde regresa a su casa a encargarse de las labores domésticas y de la atención de los animales del patio

Su entusiasmo es contagioso, sus deseos de vivir envidiables, el amor por Héctor Luis inmenso y la felicidad al sentirse útil digna de imitar.

Rosa Monterrey es de esas mujeres cubanas cuyo ejemplo es lección para muchos.

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