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Capablanca entre los pinareños.

Capablanca entre los pinareños.

No podía ser más propicio el ambiente ajedrecístico para celebrar este 19 de noviembre el natalicio hace 128 años del genial ajedrecista cubano José Raúl Capablanca y Graupera.

Coincide este cumpleaño con la celebración en New York del match por la corona mundial entre el actual poseedor de la misma,  el noruego Magnus Carlsen, y su retador el ruso Sergey Karjakin.

Además, recientemente la principal figura del juego ciencia en  Cuba, Leinier Dominguez, logró la medalla de plata en la XXXII edición del Campeonato Europeo de Clubes de Ajedrez, con sede en la ciudad serbia de Novi Sad

Capablanca logró el  título que hoy disputan Carlsen y Karjakin en 1921, cuando derrotó en La Habana al mítico alemán Enmanuel Lasker al lograr cuatro victorias y 10 tablas.

Por eso recordar que José Raúl estuvo en Pinar del Río es una forma sencilla de venerar a este gran jugador, único cubano que ha logrado el máximo título que confiere la Federación Internacional de Ajedrez.

La visita a nuestra provincia se produjo  el ocho de marzo de 1941 para dejar inaugurado el club que llevaría su nombre.

La sociedad pinareña de aquel entonces se preparó como nunca; la presencia en los salones del hotel Ricardo (hoy Vueltabajo) de Capablanca, de su esposa (la princesa rusa Olga Simoni y de su hija Gloria resultó todo un acontecimiento.

Tras una conferencia del Gran Maestro se desarrolló una simultánea con 30 tableros, en las que enfrentó a 70 participantes, porque se dejó jugar en consulta. El joven pinareño Enrique Gavilondo hizo tablas.

Capablanca, toda personalidad, calidad y aporte al ajedrez, trascendió su tiempo y le ganó la partida a la muerte física.

La genialidad de Capablanca acaparó el interés mundial: a los cuatro años rectificó una jugada a su padre, a los 13 se coronó campeón nacional, a los 23 gana su primer partido internacional y a los 33 se ciñó la corona de monarca mundial frente a Emmanuel Lasker.

 A su muerte  el ocho de marzo de 1942 Nicolás Guillén lo retrataría en versos: "(...) Capablanca no está en su trono, sino que anda, camina, ejerce su gobierno en las calles del mundo. (...) Va en un caballo blanco, caracoleando sobre puentes y ríos, junto a torres y alfiles, (...) y su caballo blanco sacando chispas puras del empedrado..."

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