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Un once para La Chocolatina

Un once para La Chocolatina

Escrito por  Mayra García Cardentey

 

Son las tres de la tarde, la hora en que mataron a Lola, pero los terceros jueves del mes en el municipio de Pinar del Río, nadie se muere y a nadie matan. Es la hora de las campanadas, anuncian la esperada taza de chocolate, esa que por el siglo XIX acogía a las visitas; en estos días, marca la entrada a los amigos a La Chocolatina, la tertulia del historiador Gerardo Ortega.

Como la decana de los espacios caracterizados de su tipo en el municipio de Pinar del Río, llega este año a su onceno aniversario La tertulia pinareña, conocida por La chocolatina debido a la tradición que le caracteriza.

Con apenas 12 presentes en su primera sesión el 28 de febrero de 2002, el encuentro, ahora concurrido, es continuador de La tertulia, a secas, aquella que por el 1900 se hiciera habitual en la Calle de los Marañones.

Algunas de las primeras secciones de la tertulia conforman hoy espacios propios, por eso Ortega la define como una matriz, su cuartel de operaciones, de ella nacen los restantes proyectos. De ahí emerge la peña Estampas de la Vueltabajo, la tertulia Figuras pinareñas y La Buena memoria; desde todas, el atizado historiador y sus colegas vespertinos enfrentan a los dislates existentes en la historiografía local.

Las raíces históricas y las tradiciones del pueblo pinareño encuentran en este espacio una razón de ser, lejos de la desmemoria de una ciudad que por momentos les olvida, o peor, les desconoce.

En cada cita no solo se retoman las efemérides, divulgan los conocimientos sobre la historia de la provincia, sus figuras destacadas, sus hechos más importantes; se engrandece el amor por el terruño, por esta ciudad o casi ciudad, se ennoblece la autoestima pinareña con el arraigo y el orgullo ciudadano emanado de cada encuentro.

Pero no solo se restringe al recuento y debate historiográfico, se nutre también de la actuación de teatristas, poetas, trovadores, danzarines, declamadores y músicos. Un todo con todos, donde se juntan para defender lo nuestro, ese pedazo de pinareñidad que se resiste al desarraigo, a los desatinos de la historia, al desgano memorial de los nuevos tiempos.

Allí, como dice Ortega, se entra pinareño y se sale más pinareño. Y si en aquel 2002 se dieron los primeros pasos en la lucha noble por revindicar el amor por la identidad del terruño, hoy ya el proyecto camina, hasta corre; esperemos que los senderos sean aún más felices. Larga vida, entonces contertulianos. Brindemos por La Chocolatina.

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