Entre las obreras.
“Dondequiera que ella estaba; allí era el Edén.”
Mark Twain
Acercarse a Estela Marina LLanes Quiñones era acercarse a la vida, a la energía contagiosa, a la valentía sin límites. A la felicidad sin orillas. Ahora que estaba a punto de cumplir 90 años de existencia física la muerte se la llevó al reposo, pero sus pasos, el aroma de sus desvelos y sus materiales recuerdos seguirán gravitando entre nosotros como el polvo cósmico que nunca tendrá calma en sus enérgicas trasformaciones. Pero, ¿Quién es esta mujer que motivan tantos elogios generosos?, los que la conocieron como Elena, su nombre de guerra en la clandestinidad antes del triunfo de la Revolución saben que aún merece otros fuera del alcance de este cronista que la conoció personalmente y desde el primer momento que la trató se le ahogaron en la garganta las palabras de elogios. Nunca tembló cuando recibía de Sergio Saíz Montes de Oca los bonos del movimiento 26 de julio para distribuirlos en las células de San Juan y Martínez, ni pestañó cuando las madrugadas la descubrieron confeccionando los brazaletes y las banderas de la revolucionaria organización dirigida por Fidel desde La Sierra. Estela cumpliría 90 años este 14 de febrero, no pudo nacer en una mejor fecha, el día del amor, porque eso la caracterizó toda su vida, el amor sublime, rebelde, fiel a los pobres que respiraban por una miga de pan, a esa clase obrera que enamoró con sus historias de dirigente sindical que le fuero reconocidas años después con la orden Carlos Baliños. Estela Marina LLanes culminó su vida física, duro final para todos los mortales, pero dejó sembrada una historia en su querida comunidad de Vivero que nos convocará a retenerla en nuestras memorias cuando entremos por el portón de su entrada y la veamos caminando entre las obreras del taller de despalillo, feliz de estar reproducida en el corazón de cada una de ellas..
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