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El presente de una república diferente

El presente de una república diferente

Por: Daima Cardoso Valdés 

Foto Diego Estrella   

Lunes, 22 de Marzo de 2010 12:20

Este es el presente de una república totalmente diferente, es la realidad de aquel sueño martiano: con todos y para el bien de todos, porque aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, en Cuba no hay discriminación, y se lo digo yo que he vivido bastante".

Con esas palabras y una memoria y fluidez envidiables, Raúl Arencibia Fábregas, a punto de cumplir 80 años, rememora y vive para los lectores de Guerrillero su primer momento como elector.

Eso ocurrió en fecha tan lejana como el año 1948, y tuvo lugar en el municipio de San Juan y Martínez, donde aún vive con su familia.

Para quien fue combatiente de la lucha clandestina (conserva con orgullo el sello que lo acredita como tal), fundador del Partido Comunista de Cuba y del Movimiento 26 de Julio, es un privilegio vivir para contarle a las nuevas generaciones cómo era aquel pasado bochornoso que no regresará jamás.

"La juventud está muy necesitada de que los más viejos les cuenten las cosas horribles que vivieron sus abuelos, y también algunos no tan jóvenes, que parecen olvidar aquellos años tristes. Es muy importante rescatar la historia porque el capitalismo que se vive hoy sólo está un poco maquillado, es el mismo que padecimos los cubanos antes de 1959".

Fábregas, conocido en la Meca del tabaco por su activismo político, se mantuvo formando parte de las comisiones electorales hasta el último proceso, "pues ya las piernas no me acompañan para esos trajines", dice sin tristeza, porque sabe que él es parte de la memoria viva de esta provincia.

"La primera vez que ejercí mi derecho al voto tuve que ir hasta el colegio que estaba radicado en la zona de Marrero, detrás de Monterrey en el límite con Lagunillas. Yo iba por el Partido del pueblo cubano (Ortodoxo) y nos enfrentábamos a los liberales. Ellos eran los que dominaban, sobre todo los terratenientes de apellido Guerra, que uno de ellos era alcalde desde el año 1940.

"Cuando llegué estaban dos guardias rurales cuidando las urnas, y los liberales no querían que se pusieran las sábanas blancas en las taquillas, pero yo me planté y les dije las reglas del juego son estas, se ponen las sábanas y no hay relleno, porque pasaba una cosa, ellos cogían las boletas en blanco y las rellenaban a su favor, por lo que obtenían casi todos los votos.

"A regañadientes estuvieron de acuerdo, y aunque nosotros no ganamos las elecciones, se tuvieron que hacer las cosas bien hechas. Ellos ganaban porque el proceso era toda una farsa, las calles se llenaban de pasquines, era tremendo relajo, se compraban los votos con camas en los hospitales, acceso a los médicos porque era tanta la miseria y el analfabetismo que al pueblo no le quedaba otro remedio que ceder. Había parcialización por los candidatos y mucho, mucho dinero corriendo para que ganara el más poderoso".

Para quien fue hecho prisionero por el criminal Ventura Novo, y haber sufrido los vejámenes de la tiranía, "cuando se habla en Cuba de elecciones se está dando una demostración de democracia al mundo, tú te imaginas los niños cuidando las urnas, las mujeres asistiendo a votar, nominadas para delegadas, los negros reconocidos por sus méritos y sus valores, eso no se podía ni pensar antes de la Revolución", manifiesta Raúl.

Cuando le pregunto qué significa para él votar, no escatima ni un minuto en responder: "Es un deber de cada ciudadano, un privilegio más que tenemos los cubanos, una oportunidad de nominar y elegir a la persona más capaz para representarnos en el Gobierno, una forma de hacer valer nuestra voz, y en no pocos casos la solución a muchos de los problemas que se presentan, porque es el delegado o la delegada la persona que nos acompaña cuando vienen ciclones, cuando hay una tragedia, y aunque no siempre tiene solución para todo, sí tiene respuesta para todos".

Y bien lo sabe Raúl, que evoca las diferencias entre el ayer y el hoy, ambos vividos en un país que cambió hace 51 años, para bien, el destino de su gente.

Por Daima Cardoso Valdés

 

 

 

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