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“Soy un boxeador con aspiraciones golosas”

“Soy un boxeador con aspiraciones golosas”

Autor: Ariel B. Coya

Vuela como una mariposa, pero pica como una abeja, re­cordando la famosa frase de Mohamed Ali. De ahí que nada parezca inquietar a Lázaro Álvarez Estrada (San Juan y Mar­tínez, 1991), quien se inició a los nueve años en el mundo del pu­gilismo, animado por su primer entrenador Raúl León, y des­de entonces, a base de golpes, ha hecho del ring el teatro de su vida, un espacio donde reinar, gracias a su esquiva meticulosa y precisa pegada.

“Y eso que al principio mi papá no quería que fuera boxeador porque en esa época era flaquito y pesaba nada más que unos 30 kg”, recuerda el zurdo pinareño, que tan solo en unos días estará buscando en Doha (Catar) su tercera corona del orbe, tras las de Bakú 2011 y Almaty 2013.

—¿Cómo se afronta el reto de ser tricampeón mundial? ¿Con nervios, ilusión, ganas de pelear ya…?

—Un poco de todo eso, sí. Aunque si algo he aprendido hasta ahora es que la mejor manera de mentalizarse para una competencia de ese nivel es entrenando. Si uno lo hace con seriedad y se prepara mejor que los demás, no hay manera de que eso no se vea luego en los combates.

—Esta vez incluso lo han hecho en los meses de vacaciones…

—Sí. Por eso yo digo que los boxeadores estamos enfermos, porque no tenemos mucho descanso. Todo es trabajo y trabajo, entrena y entrena, aunque luego sea una satisfacción ver los frutos de ese sacrificio en los grandes torneos.

—Siendo el campeón defensor, está claro que todos tus oponentes te verán como el hombre a derrotar entre los pesos ligeros. ¿Hay alguno que te preocupe?

—Para mí todos los rivales son fuertes, porque no me gusta subestimar a ninguno. Así que tal vez esa sea otra clave de mi éxito hasta ahora. Rara vez me confío.

—Ello no quita, sin embargo, que aspires a retener el oro en Doha…

—Es que una cosa es aspirar a ganarlo y otra bien distinta creer que ya lo has hecho incluso antes de haber peleado, sin tener en cuenta que los rivales también se preparan o que puedes tener un mal día.

“Ganar siempre es prácticamente imposible, así que mientras lo hagas, todo el mundo te elogia y dice que eres bueno. Pero cuando pierdes… Es por eso que más allá de cualquier re­sultado deportivo, lo único importante de verdad son la familia y los amigos, que son quienes están ahí para apoyarte cuando las cosas no te salen como quieres”.

—De todas maneras, viendo tu historial, cualquiera diría que eres una medalla segura…

—Es verdad que soy un atleta muy estable en mis resultados, porque casi nunca me quedo fuera del podio en ningún evento, aunque también creo que la vida siempre le da a uno la posibilidad de revancha. Fíjate si es así que en el 2007, cuando quedé en plata en el Mundial de Cadetes en Bakú (Azerbaiyán), salí llorando. Y cuatro años después, al volver para el Mundial de mayores, tuve la satisfacción de irme riendo.

—¿Quizá otro momento difícil fue cuando tuviste que cambiar de división para el de Almaty 2013?

—Puede ser, porque en realidad yo pensaba mantenerme en los 56 kg para ese Mundial y de pronto dejé de ser la primera figura de la división. En menos de un mes tuve que prepararme para combatir en 60 y seguro hubo quien pensó que por ello no lograría un buen resultado. Pero nada de eso me desanimó y, ya ves, logré el oro. Por eso te decía la importancia de estar siempre mentalizado y confiar en la preparación.

—No obstante, me dicen que antes también ya te habías probado como 60 kg…

—Es verdad. Lo hice una vez en unos Juegos del Alba y también en una base de entrenamiento en Italia antes de los Juegos Olímpicos de Londres, en la que hice un sparring con Domenico Valentino, que siempre ha estado en el podio mundial desde el 2005 y tiene un buen repertorio.

—Puesto a elegir entonces, ¿con qué división te quedarías?

—En 56 kg tuve buenos resultados, pero fue más que nada una etapa de desarrollo, por lo que no tengo pensado moverme ya de los 60, al menos por un tiempo.

—Casi siempre que se habla de boxeo, la imagen que se tiene es la del púgil combatiendo. Pero, ¿qué tal es Lázaro Álvarez fuera del ring?

—Fuera del boxeo, soy muy comilón. Cada vez que puedo me voy al Barrio Chino a comerme una pizza, aunque luego tenga que matarme entrenando para hacer el peso.

—¿Algo que te disguste?

—Que me regañen. Por eso trato siempre de mantener la disciplina y la relación con mi entrenador Julio Mena es perfecta. Casi nunca me quita el ojo de encima, así que le debo mucho.

—¿Un sueño?

—Imponerme en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 para cuando llegue la hora del retiro poder decir que gané todos los títulos a mi alcance.

—Bueno, hablar de retiro suena lejano para un campeón que solo tiene 24 años. Pero cómo te gustaría que te recordaran cuando ese momento llegue.

—Como un boxeador inteligente y técnico.

—¿Ganarás entonces la triple corona en Doha?

—Bueno, voy a buscarla. (Se ríe). Así que puedes decir también que soy un boxeador con aspiraciones golosas.

 

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