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El revés de Vado del Yeso

El revés de Vado del Yeso

En el resumen del mes de mayo de 1967, en su diario, el Che anotaba como aspecto negativo la imposibilidad de hacer contacto con el grupo de Vitalio Acuña (Vilo-Joaquín), quien se encontraba separado del núcleo guerrillero desde el 17 de abril.

Así fue como Joaquín se quedó en el campamento con los enfermos y el resto de la retaguardia, pero debió moverse pues fue sorprendido por el enemigo y debió abandonar el lugar. Durante cuatro meses, ambos comandantes se buscaron infructuosamente.

El acoso constante obligó a los guerrilleros a cambiar de lugar pues se les hacía muy difícil avanzar. A esas dificultades se sumaban los bombardeos constantes y el rastreo de los soldados quienes los buscaban afanosamente.

La situación era prácticamente insostenible pues tenían pocos pertrechos, la ropa raída y los zapatos amarrados con tiras, así y todo, lograron burlar el cerco enemigo.

Por fin, en los últimos días de agosto, la retaguardia dirigida por Joaquín logró salir al Río Grande. Después de ardua caminata llegaron a la casa de un campesino que les prometió ayuda. Se trataba de Honorato Rojas, quien dijo estar a favor de la guerrilla.

Vilo ignoraba que el Che, en cierta ocasión, había pasado por allí y conversado con Rojas, y con esa visión tan propia del Guerrillero Heroico lo catalogó de potencialmente peligroso.

Joaquín le entregó dinero a Honorato para la compra de víveres y éste gentilmente le volvió a ofrecer cooperación. El campesino salió para realizar el encargo y lo que hizo fue entrevistarse con el ejército y vender el grupo por buena suma de plata.

Acordó llevar a los guerrilleros hasta Vado del Yeso, lugar donde el Río Grande se encajona turbulento y peligroso. Al día siguiente, 31 de agosto, exactamente a la hora acordada y guiados por Honorato, caminaron hasta las márgenes del río. Braulio descubrió huellas frescas, pero el delator se apresuró a decir que las habían dejado sus hijos.

Honorato le indicó al grupo la loma que se observaba al frente y les dijo que por ahí debían seguir, pues se trataba lugar seguro. Se despidió dándole la mano a Joaquín y se marchó rápidamente. Era la invitación a la muerte. Los guerrilleros, confiados, comenzaron a cruzar.

Por los disparos enemigos fueron fulminados Joaquín, Tamara Bunke (Tania), Gustavo Machín, Israel Zayas, Moisés Guevara y los restantes miembros del grupo.

De esa forma se rompía el ciclo de vidas valiosas que, despojadas de todo lo material, no vacilaron en enfrentar el peligro y las adversidades para luchar por el destino mejor para el hombre americano.

AIN

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