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Cueveando” por Santo Tomás

Cueveando” por Santo Tomás

Escrito por  Javier Montenegro

La belleza de la gran caverna de Santo Tomás es bien conocida por espeleólogos y amantes de las grutas. La complejidad para desplazarse por algunos de sus pasajes y salones siempre terminan con una recompensa para sus visitantes, aunque a veces se esto implique salir de la cueva bien mojados y con un plus de fango por todo el cuerpo.

Ubicada en la Sierra de Quemado, Viñales (Pinar del Río), el sistema tienen más de cuarenta y cinco kilómetros de galerías y siete niveles (algunos especulan que ocho) que han sido bautizadas por los espeleólogos de la manera más variopinta. Debido a la ubicación de la escuela de espeleología donde acampan los amantes del mundo de la oscuridad, existen tres entradas que son las más exploradas: Tapiada, Antorcha y Avispa.

Una vez dentro, es como una visita al laberinto de Cretas sin el minotauro. No es exageración; ejemplo claro sería el Salón del Caos, uno de los espectáculos más impresionantes que he visto y donde me perdí en este último viaje tratando de buscar Increíble.

Un paréntesis. Los espeleólogos nombran los diferentes pasos, galerías y otros accidentes en el interior de las grutas por las razones "más obvias". Increíble debe su nombre a los estrechas oquedades que llevan a amplios y bellos salones; el Salón del caos por un inmenso derrumbe donde muchas galerías se unen y es bien fácil perder el norte. Las tres entradas mencionadas en el segundo párrafo no necesitan explicación.

Después de casi noventa minutos dando vueltas por el Caos, decidimos regresar sobre nuestros pasos para evitar la preocupación de nuestros compañeros. Es una regla que, cuando un grupo de personas se adentra en Santo Tomás, explique cuál será su recorrido y la hora estimada de llegada; si dos horas después de esta no se tienen noticias del grupo, se envía una brigada de espeleosocorro en su búsqueda. Nosotros no queríamos sufrir ese papelazo y llegamos al campamento a la hora acordada: cuatro de la mañana. Nos habíamos adentrado por Antorcha cerca de la medianoche, luego de realizar una pequeña visitada por Tapiada para disfrutar de unos petroglifos realizados por los aborígenes.

A las once de la mañana del día siguiente ya habíamos encontrado Increíble, pero no tomamos la misma ruta que teníamos planeada la noche anterior. Nos dimos una escapada hasta Escarlata (formaciones de color rojizo), una de las cuevas más hermosas del sistema debido a las enigmáticas helictitas que adornan sus paredes. ¿qué son las helictitas? Formaciones semejantes a las estalactitas y estalagmitas, pero en direcciones aleatorias en vez de la clásica verticalidad. Algunas teorías apuntan que esto se debe a corrientes de aire que guían a las gotas.

Luego, tras atravesar Chocolate (por la cantidad de fango) por el Caos, descendimos a Segundo Cauce. Es difícil explicar cuán complicado es el paso que une el salón con la galería; un derrumbe, muchas piedras sueltas y una pendiente de casi setenta y cinco grados dan la sensación de que caerás de bruces por una cuesta de dientes de perro. Al final no hubo mayores complicaciones. Segundo Cauce es atravesada por el río que nombra al sistema de cuevas y por donde nos reencontramos con la luz solar luego de cinco horas cueveando.

Eran las cuatro de la tarde cuando almorzamos en la escuela. La modorra producida por la comida me auguraba una buena siesta, pero alguien gritó que se iban para cueva Santiago, semejante en belleza a Escarlata. Muy apenado con Morfeo, me vestí con mi overol mojado y mis botas encharcadas, y hasta Santiago no paré.

Tomado de Cubadebate

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