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La fuerza del mañana

La fuerza del mañana

Escrito por Jorge Gorgoy Crespo

 

Con un incremento significativo en su matrícula, el Instituto Politécnico Agropecuario (IPA) Tranquilino Sandalio de Noda se apresta a cumplir un siglo de existencia, repleto de vida.

Así lo confirman los sobresalientes resultados productivos que le han permitido alcanzar la doble excelencia de la Agricultura Urbana y aportar decenas de miles de pesos cada año al presupuesto de Educación, pero sobre todo la capacidad para cautivar a los estudiantes que pasan por sus aulas.

No importa si fue en una promoción lejana, como la de Agustín Lorenzo Crespo, quien llegó a esta institución en 1965 para formarse como técnico medio en agronomía y luego de graduarse, hace más de 40 años, trabaja en ella como profesor, o si, como Danaisis Carvajal, todavía no ha completado su primer curso.

El sentido de pertenencia hacia esta escuela cargada de historia, levantada en el mismo sitio donde acamparon las tropas de Antonio Maceo luego del combate de las Taironas, en 1896, es un rasgo común entre quienes han cursado estudios en ella.

"Ahora mismo, por ejemplo, más del 50% de nuestros profesores, incluyendo casi todo el consejo de dirección, está compuesto por jóvenes egresados de aquí", comenta Mariana Chala, la directora.

Para Mariana, la explicación es simple: "La mayoría de los alumnos refieren que les atraen mucho las condiciones del centro y todos los medios a su disposición".

En efecto, además de las aulas, la escuela cuenta con las instalaciones necesarias para que los estudiantes adquieran los conocimientos que demanda una formación integral.

Entre ellos, un módulo pecuario, una finca con más de 140 especies de frutales, huertos, plantaciones de los principales cultivos que se desarrollan en el país, una pequeña industria de conservas, una escogida de tabaco, una tabaquería...

"Esto nos permite el seguimiento en la práctica de todo el ciclo, desde la preparación de suelos y la siembra, hasta la recolección de la cosecha, e incluso, el proceso que sucede a la fase agrícola, ya sea la elaboración de aceite de girasol, puré de tomate, encurtido de hortalizas, o el beneficio del tabaco, un producto que distingue a nuestra provincia en el mundo", afirma Yenisey Hernández, quien cursa el tercer año de técnico medio en agronomía.

Junto al enorme valor en el plano docente, la experiencia les revela a los estudiantes por primera vez los beneficios del trabajo.

"En la última cosecha de tabaco, por ejemplo, aportamos 45 000 pesos al presupuesto de Educación, e ingresamos a la escuela más de 1 300 CUC, que serán empleados para cubrir las principales necesidades", explica la directora.

"Con el dinero obtenido en años anteriores, hemos comprado computadoras, una impresora para tirar los exámenes, vajillas y cubiertos para el comedor, y con el de este, pretendemos adquirir un equipo de audio para las actividades culturales y la recreación.

"Por otro lado, la producción de granos, viandas y vegetales, ayuda a rebajar los gastos. En el 2011, nos permitió ahorrar el 33% del presupuesto".

Estos resultados, sin embargo, son solo el preludio de lo que puede aportar una fuerza calificada a una tarea de primer orden como la producción de alimentos.

Por ello, desde hace dos cursos, la matrícula se ha multiplicado (de unos 200 como promedio en el pasado reciente, a más de 400 desde el 2010), al tiempo que se pone mayor énfasis en la formación vocacional.

"No se trata solo de impartir determinados conocimientos, sino de lograr que los estudiantes le tomen amor a la tierra", precisa Ana María González, quien egresó del IPA en el 2001, y actualmente se desempeña como subdirectora.

En ese sentido, el trabajo se inicia en las secundarias básicas. "Primeramente les presentamos a los estudiantes de noveno grado un video en el que se expone el trabajo del centro. Luego se traen a la escuela, en una actividad que hemos denominado "puertas abiertas", para que puedan ver con sus propios ojos nuestras instalaciones, y cómo es la vida acá", detalla Ana María.

Como resultado de ello, el número de interesados en ingresar al centro ha crecido notablemente.

"A mí me llamó la atención tras escuchar la presentación que hicieron los profesores en mi secundaria, porque me encantan los animales", cuenta Danaisis Carvajal, quien en el primer año de veterinaria ya ha aprendido los hábitos alimenticios, la forma de desparasitarlos y de lidiar con las enfermedades, y que asegura convencida: "hoy estoy todavía más motivada que cuando entré".

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